De Trigueño a Suarez

Pocos años después de haberme mudado a Guatemala y todavía empeñado en dejarme conquistar por su austera y poco profesional Liga, fui el espectador de un episodio que debería estar descrito en wikipedia dentro de la extensa definición de la palabra: fútbol.

El lungo moreno goalkeeper de un equipo menor con buen suceso aquella temporada, el guarda vallas que alternaba en la selección nacional a pesar que se rumoreaba que era algo corto de vista y en las noches no tapaba tan bien como en el día, el gran Trigueño Foster de repentina y efervescente popularidad, dejaba los guantes en el vestuario durante el entretiempo de un complicado partido que perdía 0-1 y salía diametralmente decidido a dar vuelta el resultado usando por primera vez la misma camiseta que el resto de sus compañeros del campo de juego.

Trigueño hizo el gol del empate, y por una de esas injusticias características del deporte más emocionante del mundo, no logró, justo al final, su fantástico objetivo.

Era una gesta tan incompleta como maravillosa, los relatores lo elogiaban tanto como bromeaban acerca del acontecimiento, pero todos, incluyéndome, sentimos algo que cuesta mucho sentir en este mundo de data, de recetas, de reglas y corrección, sentimos por un instante que todo podía ser posible. Que la fantasía podía ganarle a esas recetas, hasta a la burla de relatores y extraños. Sentimos que en ese momento, Trigueño representaba a cada uno de los que verdaderamente queremos seguir creyendo, a los que nos enfrentamos a la idea de los límites, con armas invisibles, intangibles, como lo son la imaginación, el talento, las convicciones y la vergüenza. Todas armas que en mi opinión siempre serán más poderosas que la maldita y blasfema realidad.

“La realidad y la fantasía podrían jugar uno de los partidos más reñidos de la historia. ”

 

Las casas de apuestas pagarían más si la fantasía gana. Sin embargo, en este caso la ley de las casas de apuestas no aplicaría al 100% porque en la vida, cuando gana la fantasía, ganamos muchos más de los que pierden. Para empezar… cuando gana la fantasía gana el que siempre pierde; gana el soñador, el aventurero, el que se anima aunque no sabe bien si puede o no hacer lo que se propone. Gana el que inventa, el que no sigue del todo las reglas, gana el que imagina y el que supera los “no, eso no se puede hacer” que todo el mundo tiene en la punta de la lengua.

Cuando gana la fantasía, un país de un poco más de 3 millones de personas, como Uruguay, crea una inercia histórica que le permite generar una locuaz camada de jugadores de élite detrás de otra, sin pensar tanto en sus cada vez mayores carencias, ni estratosféricas diferencias en infraestructura, cultura alimentaria o marco técnico. Convirtiendo todo eso que “lo limita” en lo que termina haciéndolo más fuerte ante el resto del mundo. Pariendo en Salto, un llano e inexpresivo lugar, a dos de los goleadores más importante de esta época y de la historia del fútbol mundial.

Voy a detenerme acá y a ser más claro;

“Salto, poco más de 50 mil habitantes de sexo masculino. Dos de ellos fueron Edison Cavani y Luis Suarez, se llevan unos meses. Ahí ganó la fantasía. ”

 

Más allá de lo fanático asqueroso que puede llegar a ser uno, nadie puede negar la conclusión final de estas líneas.

“El fútbol es una de esas pocas cosas que no solo no deben cambiar… no van a cambiar, nunca.”

 

La “innovación”o más bien la tecnología disfrazada de “innovación” a trastornado nuestros valores, nuestra forma de expresarnos, de conectarnos, de querernos, divertirnos o frustrarnos. La tecnología se ha desarrollado al mismo mismo que la sociedad se ha alienado, polarizado, pantallarizado, estupidizado, y ha dejado tirados, poco a poco, todo los valores que desde la Edad Media la habían constituido, evolucionado y llevado a los momentos más iluminados de su historia.

“El fútbol, simple, básico, a veces primitivo, casi siempre mágico, nunca va a dejar de existir porque nos recuerda nuestra humanidad,”

 

todos esos valores encriptados que nos enseñan, una y otra vez, que la vida es competir, pero que el trabajo en equipo es fundamental para ganar. Que el talento es solo la puntada final del esfuerzo, que el más pequeño puede salir a la cancha sin sentirse menos que nadie. Que eso raro que tenés seguramente va a ser lo único que van a recordar de vos. Que no hay que tener miedo de sentir miedo. Que de ahí nace tu valentía. Y sí… que en un termal páramo pueden nacer dos de los mejores goleadores de la historia, y sobretodo, que a veces la vida necesita que dejes los guantes de golero en el vestuario y te pongas con convicción, carácter, pasión, y un poco de locura, la camiseta de la fantasía para salir a dar vuelta el partido sin importar que todo el puto estadio se ría. Sin importar incluso, que al final solo logres empatarlo.

a

Magazine made for you.

Featured:

No posts were found for provided query parameters.

Elsewhere: